Camanchaca

 

Esto es una anécdota que me contaba mi abuelo, y que se puede usar como analogía para los temas que trato acá.

En uno de sus viajes al norte de Chile, le tocó una neblina densa, ya caía en la categoría de Camanchaca (para quien no está familiarizado con el término, es esa neblina que no alcanzas a ver ni la punta del auto). Por lo que se fue manejando detrás de un camión al cual solo se le distinguía la luz que emitía. Fue así durante horas.

Habiendo pasado horas tras el volante, y siendo ya de noche, tomó la decisión de detenerse a un costado de la carretera para dormir un poco y esperar que la niebla se disipara.

Al día siguiente, ya con visibilidad, se había estacionado justo frente de un cartel que decía: “Bienvenido a Copiapó”.

Lo que me gusta de esta historia, más allá de que parara por obvias razones de seguridad, es que puede que en este momento uno se encuentre sin una clara visión de si va a lograr los objetivos, quizás solo hace falta hacer un pequeño empuje para salir de esa neblina.