PIES EN LA ARENA

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PIES EN LA ARENA

Zolkan Trail Running

Cada cierto tiempo, me las doy de Rambo, creo que me las puedo todas, y tiendo a cargar más de lo que debería, literal, como figuradamente. Y ese fin de semana de octubre, fue así. 

Me levanté a eso de las cinco de la mañana, cuando todo en mi casa estaba a oscuras. Las luces de la calle, a penas lograban proyectar sombras a través de los árboles frente a la ventana del pasillo. Para alguien solo un poco más asustadizo, podría haberle parecido una escena de película de suspenso, o terror. La casa crujía, se escuchaban ruidos, tanto adentro como afuera. Escenario perfecto, para que el malo de nuestra película mental, nos agarrara de los tobillos al poner los pies en el suelo saliendo de la cama. Pero para mí no. Estoy acostumbrado a las quejas de mi casa. A la madera haciendo ruidos al expandirse, o contraerse por las diferencias de temperatura, y a las cañerías que al unísono hacen temblar el techo, mientras que una u otra burbuja de aire trata de escapar.

Tal como me levanté, salí de mi casa luego de un frugal desayuno. A oscuras. Me tocó manejar un poco más de una hora hasta Cachagua, siendo el punto de encuentro, el Club Ecuestre. Se podrán imaginar un poco la mezcla de olores al llegar, entre aire marino y heces de caballo. Por suerte cuando llegué, justo se levantó una leve brisa, que despejó el aire para los competidores que venían llegando. 

Ese día, seríamos cuatro fotógrafos a cubrir el evento, Pilar Elorriaga, Tita Martinez, Felipe Cuevas, y quién les escribe. Para suerte mía, nos dejaron escoger qué área cubriría cada uno. Claramente, escogí la playa. Es donde me siento más a gusto sacando fotos. Y al igual que el bosque y la montaña, que formaban parte de este particular circuito de Trail Running, la playa tiene sus propias dificultades. Caminar cargado, es una de ellas.

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La carrera comenzó con los más pequeños a la cabeza, con un trazado de, si mal no recuerdo, dos kilómetros. Unos con más experiencia que otros, hicieron el tramo en unos 15 a 20 minutos aproximadamente. Yo lo hice en unos 45 minutos, tratando de capturar momentos, y buscar esas expresiones que te dejan con la vista pegada en las fotos, en algunas lo logré más que en otras. Toma tiempo aprender a estar en el lugar adecuado, en el momento oportuno, y creo que he mejorado con el tiempo. Aún así, queda mucho por aprender.

Luego de una pequeña pausa para hidratarse, tanto deportistas, como el cámara caminante que les escribe, se dio la largada de los adultos, quienes harían una vuelta de treinta kilómetros, que es más o menos, la distancia entre mi casa en Concón, hasta Playa Ancha en Valparaíso, o la distancia entre el Costanera Center hasta el comienzo de la Ruta 68 tomando el camino de la Costanera Norte.

Para esta vuelta, me tocaría cambiar de playa, dirigiéndome más hacia el norte, a Zapallar. 

Una de las cosas que he aprendido con los años, que acompaña a la fotografía, sea cual sea el tipo de fotos que se hagan, es el arte de la paciencia. Hay que observar, pensar, componer, volver a pensar, sacar una foto de muestra, revisar ajustes, revisar composición, hacer ajustes si necesario, seguir caminando, volver a escoger un lugar, y hacer todo de nuevo. Hace que las horas se vuelvan minutos, incluso segundos. Se entra en un estado de concentración que no te desvía de tu propósito, capturar momentos. Incluso, si tienes que esperar más de una hora y media a que los atletas recorran bosques costeros, cerros, y la mitad de una playa.

Y tan increíble como pasa el tiempo esperando, pasa cuando llegan los atletas. Todo sucede en una fracción de segundos, llega el primero, hago el encuadre que llevo esperando capturar hace rato, saco la foto. Click! Foto lista, secuencia lista, al mismo compás que las olas rompen en las piedras a escasos metros de mi. Tomo el mismo camino que hice para llegar hasta este punto, caminando a través de cada foto que hago en el trayecto de vuelta a la meta.

Así es como después de 8 horas trabajando, me siento en el auto, descargo las fotos, hago los respaldos correspondientes, y parto al siguiente trabajo, un matrimonio, otras 8 horas más, dos días laborales en uno. No sé como aguanté jajaja.

Un abrazo, nos vemos en la próxima aventura ;)